jueves, 9 de agosto de 2012

¿Simón o Pedro?

Leyendo Hechos de los Apóstoles me di cuenta de un llamativo caso. Este caso no es otro que el de Pedro, antes conocido como Simón. Es digno de resaltar lo que el Espíritu Santo hizo en su vida cuando él se dejo tratar.
La historia hemos de empezarla en el evangelio. Tenemos por un lado a Simón Pedro, apóstol de Jesús y al cual el Padre ha revelado que Jesús es "el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mt. 16:16). Por otro lado está Satanás, al acecho para hacer caer a los apóstoles en cuanto pueda. Y por otro tenemos a Cristo.
Cristo sabía que, en cuanto Él comenzara a actuar, Satanás lo haría en sentido contrario. Por ello había dicho a los apóstoles que perseverasen en oración. Los apóstoles, sin embargo, se durmieron, por lo cual no pudieron ser llenos para poder resistir a Satanás.
Podemos ver así, en la última escena de la vida pública de Simón en los evangelios, como fracasa estrepitosamente. Simón, que había ido para observar mientras juzgaban a Jesús, cumple lo que Jesús le había dicho horas antes. Al ser interrogado sobre si conocía a Jesús, niega tres veces que fuera así, jurando e incluso maldiciendo. Satanás consigue su objetivo y provoca la caída de Simón.
¿Cómo sucedió esto? La respuesta es que Simón no estaba lleno del Espíritu de Dios. Él no había perseverado, por lo que, cuando Satanás, como león rugiente, llegó y le venció sin demasiada dificultad.
Ahora contrastemos con lo sucedido en Hechos 2. En esta ocasión, acaba de tener lugar Pentecostés. Los 120 que esperaban han sido llenados por el Espíritu Santo, tras haber estado orando unánimes y en perseverancia.
De nuevo, Satanás actúa. La gente comienza a burlarse, diciendo que están ebrios, desprestigiando así la obra de Dios. El objetivo de Satanás era lograr que los discípulos se desanimaran y desalentaran, volviendo al sitio del que Cristo los había sacado. Así, imaginemos que Simón hubiera pensado: "Pues hombre, ebrios no estamos, pero la verdad es que esto es raro. No se yo si será de Dios".
Sin embargo, él ya no era Simón, sino Pedro. ¿Cuál era la diferencia? Pedro estaba lleno del Espíritu Santo. Así, Pedro fue el que se levantó entre sus hermanos para defender lo que estaba sucediendo y exaltar así el nombre de Cristo. En esta ocasión, Pedro triunfó sobre Satanás y Cristo fue exaltado. La diferencia no era que Pedro ahora hubiera ido a una escuela para aprender a dar buenos discursos o que de repente fuera más valiente que nunca, sino que el Espíritu Santo estaba en Él. Así, ese día 3000 personas se unieron a los discípulos del Nazareno.
Aprendamos por tanto a dejarnos tratar por el Espíritu Santo. Él está deseoso de poder utilizar nuestras vidas para que Dios traiga su reino. Pero sólo nosotros podemos permitir que ese poderoso canal corra a través de nuestras vidas.

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