martes, 2 de julio de 2013

El tesoro de Noemí

En el libro de Rut encontramos una de las historias más preciosas de la Biblia. Sin embargo, la historia comienza marcada por una mala decisión: Elimelec, ante la falta de alimento, toma a su familia y se marcha de Israel con destino a Moab. El resultado de esta decisión termina con la muerte del propio Elimelec y de sus dos hijos, Mahlón y Quelión.
Entonces Noemí, esposa de Elimelec, decide volver a su tierra, a Israel, donde ha oído que hay nuevamente alimento. Noemí tiene dos nueras, Orfa y Rut. Ambas se entristecieron y lloraron por la marcha de Noemí, pero la decisión de ambas fue totalmente distinta. Orfa decidió permanecer en Moab, su tierra, mientras Rut acompañaría a Noemí hasta Israel, dejando atrás todo lo que había sido antes.
A su vuelta, la población se conmueve al ver a Noemí. El rostro de Noemí, antes radiante, estaba pálido y envejecido por las huellas del dolor. Entonces Noemí dijo: "No me llaméis Noemí (agradable), sino Mara (amarga) porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías".
Noemí se sentía condenada, desaprobada, como si todo lo negativo que ha sobrevenido a su vida es resultado de la desaprobación de Dios. Sin embargo, Noemí no alcanzaba a entender lo más mínimo el plan de Dios. No había vuelto sola, sino más bendecida de lo que se fue: ahora tenía consigo un tesoro inestimable, su nuera Rut.
A veces todos podemos sentirnos como Noemí. Nos sentimos condenados por la adversidad que nos ha tocado, creyendo que toda la aflicción que nos ha sobrevenido es fruto del castigo y del desagrado de Dios, sin saber que es más bien al contrario, que el corazón de Dios late de amor por nosotros, que Él su deseo más profundo es y consolarnos aún en las nefastas consecuencias de nuestras nefastas decisiones.
La historia de Noemí termina con que Dios la bendijo mucho más de lo que ella había soñado. No sólo no se perdió el nombre del marido de Noemí, su deseo terrenal legítimo, sino que a través de la descendencia que Rut dio a Noemí nació un tal Jesús de Nazaret, el Salvador del mundo.
Noemí comprendió al final que su preciosa nuera Rut le había sido a ella de más valor que siente hijos (Rut 4:15). Entendió que en ocasiones tenemos que perder aquello a lo cual teníamos tanto apego y en lo que teníamos nuestras confianzas para poder alcanzar, una vez vacíos y aún llenos de dolor, los bienes más altos y sublimes que Dios nos tiene preparados.

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